miércoles, 1 de septiembre de 2010

Sindicalismo

por Fabián Casas


No te dejes engañar
por el papel brilloso de los chocolates
ni la vista iluminada de la ciudad cuando oscurece.
No te distraigas
con los que se fotografían en familia,
alzan trofeos,
o se muestran seguros
en las revistas de mucho tiraje.
Que tu corazón esté
con los que viven solos,
los que saben que un par de tragos
jamás abolirán el azar
y por eso forman parte de este estúpido club.

martes, 8 de junio de 2010

Besos en la cocina

por ote

Tiene la perfección de una huella digital, pienso mientras inspecciono el pegote carmesí que Laura dejó estampado en el borde del vaso. Es un beso digital, me digo, un autógrafo espeso de su boca. Abro la canilla y cargo la esponja con detergente, pero la imagen reciente de esos labios engominados y carnosos abrazándose salvajemente al vidrio, arrugándose de placer, curvándose hasta formar una mariposa tierna y apretada, me obliga a suspender cualquier esfuerzo. El agua corre abajo sin parar pero yo necesito hamacarme un rato en esos labios, tirarme una y otra vez por el tobogán de su nariz, sopesar desde esa altura la firmeza incierta de sus tetas. Esta última visión me produce un arrebato masivo, el mismo que sentí hace apenas un rato cuando Laura, inclinada en el sofá, levantó el mentón por encima del hombre de Federico y me regaló una mirada distinta, que yo juzgué peligrosa. Ahora, el respaldo apenas hundido y la forma frutal que su peso dibujó en el sofá, son el testimonio inquietante de su visita. ¿Por qué vino al cumpleaños de Florencia si es obvio que entre ellas está todo mal? ¿Por qué lo trajo a Federico? ¿Vino a provocar? Miro de nuevo el vaso de Laura como buscando respuestas y apoyo mi pulgar sobre su marca de rouge, lo deslizo lentamente de un lado a otro, presiono con más fuerza hasta sentir que se hunde en sus labios. Frente al sofá, en la mesa ratona, el cenicero revienta de colillas y parece un bosque talado. “Son las estacas que Florencia desparramó para marcar su territorio”, pienso mientras confirmo que, efectivamente, son sus cigarrillos. El chorro de agua golpea seco en el fondo de la pileta y produce un rumor sordo que se expande por la casa y se confunde con los motores de los autos que aún circulan por la calle. Levanto el vaso de Laura como quien intenta un brindis con el aire y, tras mirar bien a los costados, me lo llevo a la boca. Florencia duerme celosa en nuestra cama y, en secreto, yo me beso con Laura en la cocina.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Muerte en el 60




Poesía es aprender a callar.
A veces poesía es enmudecer
y morir.
Yo miro sus manos
colgado de la agarradera,
y miro también sus tetas, alternativamente.
La mujer que duerme abajo, sentada,
tiene los dedos finos y duros como balas,
y dos bombas molotov en la repisa.
La perspectiva es ciertamente belicosa.
El colectivero pega entonces un volantazo
y encara raudo por Junín.
Ella abre los ojos y me mira.
La mujer de manos de misil
descubre espantada que la miro
y tras considerarlo un poco,
alza su diestra y me dispara.
La muerte tiene el sabor
de un enamoramiento repentino,
o de un poema fulminado
por un balazo en el 60.

domingo, 20 de septiembre de 2009

La soberbia del lobo



Por aquel tiempo yo vivía en Recoleta
y no tenía amigos.
Quería ser juglar
y componía canciones de noche,
encerrado en la cocina.
Me gustaba cantar con la luz apagada
o bajo la luz frugal de una vela:
había un público devoto tarareando allá en el fondo.
A veces faltaba a la facu
y me quedaba tocando hasta tarde,
resolviendo acordes,
ajustando estrofas.
Cuando no había nadie
-cuando sabía que nadie vendría-,
me grababa con un walkman japonés
y luego me escuchaba tirado en la cama,
con los ojos abiertos, reflexivos.
Estaba enfermo o loco o viejo.
Creía en la soledad.
Me obsesionaba la muerte.
Estaba persuadido de algo,
intuía alguna cosa.
Era soberbio, arrogante,
tímido, escrupuloso.
Dormía mucho.
Estaba loco o triste
o viejo.
Creía en la soledad.
Cantaba en a la cocina.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Sucutrule

Jura que es Branca, pero sé que me engaña. Lo vuelvo a probar y confirmo que no, no señor, no es Branca, de ningún modo. Si algo aprendí en estos años -le digo con la dulzura de un auténtico acreditado- es a distinguir el sabor de un Branca. El Branca es único, le digo. Se fastidia. No le gustó el remate televisivo. Ahora vuelvo, dice, y se va a buscar la botella para mostrarme que no miente. Mientras se aleja y lo veo achicarse por el pasillo, me viene un dolor parecido al hambre o a la vagancia. Le grito dejá, dejá, no te preocupes, tal vez soy yo que tengo el sabor afectado, comí un chicle hace un rato. Eso último no lo grité, pero sí lo pensé, o lo susurré, no recuerdo. Pasaron unos minutos. Nunca volvió. Entendí entonces que él había perdido en su propia cancha y que no saldría hasta que yo me fuera del bar.

La histeria de las musas

No quiero el texto. No intento el texto. No me interesa el texto. No persigo su piel ni me conmueve su escote. En esta levedad, o mejor, en esta liviandad, creo, está la cosa. De espaldas a él nos concede a veces algún giño. Olvidándolo, se nos precipita. El cuerpo del texto es el de una babosa tibia torciéndose con la inercia de las putas. Amo el desgano de las putas cuando me miran con la altura de todo su capricho. Amo esas putas llenas de desprecio que miran con los párpados pesados. En esa mirada se escribe. Tal vez ahí, el texto.

domingo, 9 de agosto de 2009

Montevideo



Tiempo charrúa. Llegué a Montevideo hace una semana y parece que hubiera pasado un siglo. Se alenteja el mundo en la ciudad vieja, el río de la plata es un mar de barro y algas, las casas parecen pintadas con pasteles. Me calza bien este modo oriental, sin estridencias pero sin omisiones, un pulso intermedio entre la parranda tribal de arriba y la nostalgia suicida de abajo.

domingo, 12 de julio de 2009

10 centímetros al mes

Este blog está muerto. Hace tiempo que lo sé, pero no me decido a enterrarlo todavía. Cierta dureza en la sintaxis, dice Aulicino. Yo diría, sin tanto rodeo, cierta paja verbal, cierta fiaca en las muñecas. Esto es lo que hay: diez centrímetros al mes, letra en franca descomposición, vidrio que no brilla ni se apaga. Voy juntando las flores para su funeral cantado.

martes, 12 de mayo de 2009

Blog bastardo

El impulso me duró dos días. Creo que nunca entró nadie.

http://putasyverduras.blogspot.com/

Iglú

Y mientras el esquimal de mi amigo
busca su cara en la tele,
mientras se hunde despacio, foca hipnotizada,
en los hielos profundos del agua de la tele,
yo lo miro y le digo
podés bajar un toque el volumen?
El buzo me mira y emprende el regreso,
vuelve desde el fondo erizado del vidrio,
se saca las antiparras, toma aire
y me dice
podés correr un cachito tu vaso que no veo un sorete?

miércoles, 11 de febrero de 2009

sábado, 29 de noviembre de 2008


La foto es mala y apenas se distingue lo que cuelga del cable. Es un par de botines. Botines de futbol, de los baratos. A plena luz del día, bajo el cielo flojo y aburrido de noviembre, el jugador descubre de pronto que se confundió de partido y cuelga por un tiempo sus botines en el aire.

jueves, 16 de octubre de 2008

Para el alivio del tallerista errante


Método fácil y rápido para ser poeta
www.enfocarte.com/5.25/X-504/para_ser_poeta.pdf

miércoles, 20 de agosto de 2008

miércoles, 13 de agosto de 2008

Altura y Pelos

de César Vallejo


¿Quién no tiene su vestido azul?
¿Quién no almuerza y no toma el tranvía,
con su cigarro contratado y su dolor de bolsillo?
¡Yo que tan sólo he nacido!
¡Yo que tan sólo he nacido!

¿Quién no escribe una carta?
¿Quién no habla de un asunto muy importante,
muriendo de costumbre y llorando de oído?
¡Yo que solamente he nacido!
¡Yo que solamente he nacido!

¿Quién no se llama Carlos o cualquier otra cosa?
¿Quién al gato no dice gato gato?
¡Ay, yo que sólo he nacido solamente!
¡Ay! yo que sólo he nacido solamente!